lunes, 9 de febrero de 2009

Lupercales y Peliqueiros


De San Valentín a Carnaval


No veo la televisión, apenas leo el periódico y escucho una cadena de radio que sólo programa música y noticias relacionadas (R3). Es mi manera de mantener cierta asepsia mental. Pero incluso en mi pequeño aislamiento, el día de San Valentín me asedia por todas partes. Desde mi infancia, he sentido un fuerte rechazo por aquellas figuras que suelen poblar el universo que a las niñas se nos asigna: corazones, ositos, lacitos y demás -itos; vosotros me comprendéis. Por eso, este despliegue obsceno de figuras rojas que no sé quien se cree que se parecen a nuestra válvula sanguínea, me estomaga. Y pienso ¿quién le ha dado esta maravillosa excusa al sector comercial? Y empiezo a perderme en las explicaciones que en Internet hallo sobre el origen de la fiesta.
Algunas hablan de los versos de un poeta inglés. Pero a mí me parece más atractiva una que asocia su origen con las fiestas romanas llamadas Lupercales, que se celebraban hacia el 15 de febrero. Leo y sigo buscando. Curiosas fiestas de la fertilidad que llevaban asociadas el sacrificio de animales (perros y cabras). Se celebraban en el monte Palatino y los sacerdotes asignados a ese rito se vestían con las pieles de los animales sacrificados y bajaban a la ciudad, dando con unas tiras de piel a la gente que encontraban a su paso, pero sobre todo a las mujeres, que veían con muy buenos ojos este acto porque, según el rito, eso aumentaba su fertilidad. Y entonces pienso: esto me suena a Peliqueiro, a Entroido, al carnaval gallego que se celebra en algunos lugares de la provincia de Orense. En esta fiesta los Peliqueiros, personajes curiosamente vestidos, con la cara cubierta de máscaras, le van dando con tiras de cuero a quien encuentran a su paso. Fíjate por donde San Valentín y algunas tradiciones del carnaval tienen un origen común. ¡Qué queréis que os diga! Yo me bajo a Cádiz y Barbate este año para vivir los carnavales. El día de San Valentín, vuelo a París, pero de manera circunstancial, no por nada, porque París es para ir, no por haber programado un romántico reencuentro en la “ciudad del amor” (no puedo con tanta cursilería). Hay que amarse todos los días del año, o no, según toque que la libertad es un ejercicio del alma, si se puede. Institucionalizar estas cosas en un solo día le da coartadas a muchos sin imaginación y constancia.
VIVA O ENTROIDO!

viernes, 6 de febrero de 2009

Alamut


Es en el calor de la noche (¡qué buena película!) en el que me refugio para, desde esta atalaya, saciar mi necesidad de comunicarme. Quizá a nadie importe. Bueno, me importa a mí. Y aunque estas palabras sean sonidos que se pierden en el viento del desierto, no dejaré de pronunciarlas. Por ello, utilizando las palabras que utiliza Amin Maalouf en Samarcanda, os describo el sitio que soy:

Alamut: una fortaleza sobre un peñasco de seis mil pies de altitud; un paisaje de montes pelados, lagos olvidados, precipicios cortados a pico, desfiladeros sin salida. El ejercito más numeroso no podría acceder a ella más que en fila india. Las más potentes catapultas no podrían ni rozar sus murallas.
Entre las montañas reina el Xah-Rud, llamado el "río loco", que en primavera, con el deshielo de las nieves de Elburz, crece y se acelera, arrancando a su paso árboles y piedras. ¡Ay del que ose acercarse! ¡Ay de la tropa que se atreva a acampar en sus orillas!
Del río, de los lagos, sube cada noche una densa y algodonosa bruma que escala el farallón y se detiene a medio camino. Para los que allí viven, el castillo de Alamut se convierte entonces en una isla en un océano de nubes. Visto desde abajo es una guarida de genios. El el dialecto local Alamut significa "la lección del águila"....

miércoles, 4 de febrero de 2009

Blog y amigos

Le digo a un amigo, algo tímida

- Tengo un blog

- ¡Qué bueno! Me encantaría verlo

- Es una tontería, ya sabes, mi afán de exhibicionismo

Insiste y le paso la URL para que pueda acceder. Nos separamos, pasa el tiempo y no me dice nada. Pasados unos días, mientras nos tomamos una birra, le pregunto, así, como quien no quiere la cosa, si finalmente se acordó de pasar a ver lo que colgaba en el blog. Se pone serio, yo tiemblo. Él es un crítico feroz, por profesión y por carácter, yo tengo un alto nivel de autoexigencia y nunca he sido capaz de pasarle nada de lo que escribo.

- Bueno, lo miré muy de pasada

- Pensé que te apetecía verlo

- Bueno, sabes que mi carga de trabajo...

- Vamos, que no te lo has mirado

- Sí. Me quedé dormido a la mitad del primer post

Tomo el tercio con parsimonia, doy un largo trago, le miro a los ojos y le digo:

- Me han dicho que la obra que están haciendo en el español es extraordinaria, podíamos quedar un día para verla....

Seguimos siendo amigos, pero no he vuelto a decirle a nadie que tengo un blog.