sábado, 29 de mayo de 2010

Como espuma




Flor de Azalea. Chavela Vargas

Del primer amor nos queda la inconsciencia del final

Sueños


Sol ardiente de junio. Frederic Leighton

Tengo un cuaderno de sueños en el que escribo sonámbula y al que no me atrevo a asomarme en tiempo de vigilia.

viernes, 28 de mayo de 2010

Mantra





A veces olvidamos que el centro de gravedad está dentro de nosotros mismos. Entonces nos convertimos en presa fácil de especuladores de almas y nos desperdiciamos en vidas que no son nuestras. Al darme cuenta de tal despiste, me senté muy seria a realizar cálculos matemáticos complejos. Plagados de tensores y de integrales tridimensionales, me precipitaron por la geometría diferencial absoluta y la mecánica de fractura. Anoche, por fin, obtuve el vector único que buscaba. Fue fácil; sólo tuve que ver mi ombligo reflejado en el espejo de tus ojos.

Ahora pienso que no merece la pena,
arriesgarme traerá más problemas.
Así que elijo
lo que tengo más cerca.
Por lo menos tendré la certeza
de que existo,
de que puedo decidir,
de que elijo por mí,
sólo por mí.

En vez de aceptar lo que viene de fuera,
en lugar de contar lo que queda,
desde ahora hasta el día en que me muera
por lo menos cabrá la sorpresa.
Algo nuevo,
algo aún por descubrir,
algo dentro de mí,
dentro de mí.

Cuánto tiempo he perdido ahí afuera,
cuanto por descubrir en mi cabeza.
Es tan vasto
que da casi pereza.
Casi pienso que no tengo fuerzas
para hacerlo
y encontrar dentro de mí
algo nuevo.
La copa de Europa. Una semana en el motor de un autobus. Los Planetas

miércoles, 26 de mayo de 2010

Orfeo y la fe



Orfeo Negro. Marcel Camus (1959)

Orfeo asesinó a Eurídice. Hay asesinatos por celos, por pasión desmedida, por amor desatado, por un incontrolable sentimiento de posesión. En el crimen, lo pasional se observa como atenuante. La pasión como vehículo para una locura temporal que ciega y lleva a cometer actos viles, execrables. Pero Orfeo no encontró a Eurídice en los brazos de Hades, ni enloqueció de celos en su viaje al averno, no le nubló la vista la traición ni le consumió el sentido el fuego del desamor. No. Orfeo no mató a Eurídice por desamor. Lo hizo por falta de fe.


miércoles, 19 de mayo de 2010

En ninguna parte



The Veils. The Nowhere Man

Siempre me gustó la música triste, alimento para una tristeza ancestral. Tristeza, no melancolía. Es una escucha regular, me acompaña y me gusta desgarrarme la garganta gritándola desesperada en el silencio de la noche, con palabras sin sonido, con gestos sin rostro. Escucho atentamente, sin hacer otra cosa que escuchar, con la quietud de la atención plena. Leía el otro día en un magnífico blog que quien descuida la atención vive el tiempo de las moscas. Yo me afano en salir del bichario tumbada en la oscuridad llena de notas y poesía. Entonces, en esa máxima atención soy capaz de vaciarme completamente para imaginar no ser yo. Me tomo vacaciones de mí misma y viajo a la inconsciencia.


¡Me has borrado!



Queens of the Stone Age. Quick and the Pointless


Recibo el correo de un amigo, después de no contestar a algunas de sus llamadas. En él, incluye la frase “¡Me has borrado!”. Yo, que atravieso por una de mis ya habituales épocas de autoaislamiento, me quedo pensando en esta manera de expresar mi desaparición de la vida. La imaginación da un respingo y me dibuja, con una gran goma de borrar, de esas de nata que me comía de niña, a escondidas. Ahí estoy yo, armada de un borrador gigante que a duras penas soy capaz de levantar para ir borrándole, desde su pelo cano hasta el último resto de su ser, que se me resiste. Termino agotada y me apoyo en esa goma descomunal que parece una columna marmórea de pacotilla.

Es curioso como ciertos hábitos que no llevan demasiado en nuestras vidas han cambiado nuestra forma de expresarnos y de analizar determinadas situaciones. Las redes sociales han hecho que sea más sencillo interesarnos por el que está al otro lado del mundo que por el que tenemos cerca en lo cotidiano. Ha hecho de nosotros unos espías aficionados de lo ajeno, malos interpretadores de entrelíneas previsibles y exhibicionistas para un público, que en la mayor parte de los casos presta poco interés a nuestros afanes. En fin, que ahora ya no nos tomamos un tiempo por circunstancias personales, ahora nos borramos o hacemos lo propio con los ya no-amigos, como si fueran un tachón antiestético en nuestra vida.

Mientras pienso esto, la imaginación sigue a la suya y me muestra un montón de gente por las calles, cargados con borradores aquejados de gigantismo, persiguiendo a aquellos de los que quieren deshacerse porque ya no tienen nada que decirles. Todos huyen, todos persiguen, y en el centro de la estampa estoy yo, con armadura indeleble, cabalgando sobre un sacapuntas, lapicero en ristre dibujándole nuevos amigos a cuanto transeúnte me cruzo en mi camino.

martes, 18 de mayo de 2010

Esperanzas



Tulsa. Te Ofrecí. Espera la Pálida

Las esperanzas, como las chinchetas, necesitan de un corcho en el que clavarse


sábado, 15 de mayo de 2010

Mayo



Mayo Longo. Rosalía de Castro (1837 - 1885)

Mayo longo, mayo longo,
Todo cuberto de rosas,
Para algúns telas de morte,
Para outros telas de bodas.

Mayo longo, mayo longo,
fúches curto para min,
Veu contigo a miña dicha,
Volveu contigo a fuxir

jueves, 13 de mayo de 2010

Campeones


Me encantaría alegrarme con vosotros y salir a la calle a chillar, a saltar y a festejar, pero no puedo. Me gustaría fundirme en un abrazo con cuanto desconocido me cruce por las aceras que identifique como seguidor, pero no puedo. Sería feliz si pudiera perderme en la noche, en cualquier local lleno de humo y mala música en el que corra la cerveza generosamente, gritando las consignas de nuestro equipo, pero no puedo. Sé que es una faena, y lo siento, pero es que ayer me atravesaron con un alfiler y me colocaron en esta urna, desde la que apenas puedo escuchar vuestros cánticos, mientras voy asfixiándome con el alcanfor.


viernes, 7 de mayo de 2010

Laura



Laura. Otto Preminger. 1944

Ayer tuve la suerte de volver a ver Laura en pantalla grande. Toda una experiencia, pese a los nuevos elementos que pueblan la filmoteca, de esos que no se callan aunque la película haya empezado y se ríen a destiempo (para más información, suelen llevar unas gafas con pronunciado reborde de color tirando a negro).

Aunque en ocasiones las copias que tiene la Filmoteca Española no sean las mejor conservadas, esta era más que aceptable y la versión original permitía disfrutar de los personajes tal cual, sobre todo Waldo interpretado por Clifton Webb, el cínico protector de Laura, que es el que peor parado sale en el proceso de doblaje.

Para mí esta película es una de las mejores del cine negro, algo más luminosa que otras debido a su trama, pero que contiene todos los elementos que hacen de ella una obra maestra. El gancho principal y lo que perdura en un primer visionado es el protagonismo de Laura (Gene Tierney) que se presenta desde el primer momento como la víctima de un asesinato y que ejerce su magnetismo de forma constante. Esta atracción trasciende incluso su muerte, afectando al detective encargado del caso (Dan Andrews), que descubre una increíble atracción por ella con tintes necrófilos. El clímax de esta atmósfera casi obsesiva se alcanza cuando aparece Laura, junto a su retrato, como un espectro, pero viva; entonces toda la historia da un giro.

Más allá de un guión lleno de diálogos irrepetibles y de una puesta en escena impecable, hay elementos que son magistrales. Uno de ellos es el cambio de registro narrativo con el que se introduce la historia y que directamente nos atrapa: esperas una historia contada en primera persona por uno de los personajes, Waldo, y pronto el relator pasa a estar fuera de escena, tras la cámara. Eso sí, el director utiliza la capacidad narrativa de ese personaje para hacer el único flashback que nos permite conocer a Laura y la fascinación que ejerce en todos los que la rodean.

Otro elemento es la profundidad de los personajes que configuran las historia: cada uno de ellos se esconde tras estereotipos reconocibles, sin embargo ninguno es simple y están perfectamente interpretados. Destaca Clifton Webb, cuyo cinismo proporciona los mejores diálogos y momentos irrepetibles. Incluso Vincent Price, lejos de su encasillamiento posterior, está impecable en el inmaduro e inconsecuente gigoló incapaz de dejar sus hábitos mujeriegos pero sinceramente enamorado de Laura. Para ilustrar esta profundidad me quedo con la conversación que Laura tiene con su tía en la habitación de la primera, cuando festejan su reaparición.

Y esas escenas maravillosas, ya clásicos del género, como las que suceden bajo la lluvia, evocadoras de otros grandes momentos del cine negro, en los que un investigador enfundado en una gabardina es literalmente empapado por una lluvia persistente, en plan Philip Marlowe en El Sueño Eterno (película que se rodó dos años después de Laura, hay que recordar).

En fin, ayer fue una gran noche, volviendo a ver Laura. Pero ayer, le encontré un pero, después de haberla visto muchas veces: su happy end. Sí. Aunque no me hagáis caso, quizá sea mi predisposición, que me hace pensar en otros finales tipo Perdición.


miércoles, 5 de mayo de 2010

Daños colaterales


(La ejecución de Lady Jane Grey. Paul Delaroche)

Caminaba hacia el cadalso, rapada, descalza y semidesnuda. El verdugo esperaba encorvado apoyado en su labrys recién afilada, oculta la vergüenza bajo basto paño. Ella se inclinó como en un sueño, sobre el olor a sangre seca, la barbilla apuntando al suelo. Golpe seco y la cabeza se separó del tronco, cayendo en un cesto que impedía la escrupulosa mirada ajena. El verdugo, con tranquilidad, puso el hacha en su mano inerte. Y los asistentes a la ejecución lloraron la desdicha del verdugo, pobre víctima de la acusada.


martes, 4 de mayo de 2010

Un encuentro


Sin duda, ayer era el día. La casa se había llenado de luz desde una hora temprana y todo estaba cubierto de una pátina de especial evidencia. Me movía en los quehaceres cotidianos como en un sueño, absorta entre la parte práctica de la vida y este nuevo pensamiento que me ocupa de manera sutil, como un sonido apenas perceptible. Fuera se adivinaba un día radiante, lleno de paseos por dar y lugares por los que perderse. Un regalo de día. Me senté frente al portátil y creé, a mi modo. El sonido irreverente del teléfono me sacó de mi ensimismamiento y al descolgarlo una voz alegre me permitió viajar a algún lugar oculto dentro de mí donde hacía mucho tiempo que no pisaba. Estaba desconcertada y tú, creo, algo molesto porque no había sido capaz de salir de ese rinconcito en el que me había acurrucado al escuchar tu voz.

Pasé el resto del día pensando en ese pequeño viaje astral, en tu proposición de vernos dándonos ventaja el uno al otro, en mi vértigo, en tu cercanía a mi pensamiento constante y consciente. Cuando la luz dio paso a la noche, me preparé con una especial lentitud, sintiendo cada gesto como parte de un ritual, estaba invitada a cenar fuera, entre amigos; después de un tiempo fuera de casa las reuniones para retomar contacto y contarnos vivencias se convierten en algo habitual. Alegría, acompañada de buena comida y mejor vino y el placer de una conversación pausada, sin prisa, llena de la tranquilidad que te proporciona la confianza. En un momento de la charla, de manera inconsciente, casi sin quererlo, derivé el tema a lo que me estaba sucediendo y compartí lo que estos días vivimos. No hubo sorpresas, nadie se escandalizó, emitieron opiniones favorables y me sentí sintiendo vértigo frente a un vaso de agua.

Hoy el día ha amanecido frío y gris, parisino. El invierno nos ha arrebatado la oportunidad de paseos por cada instante del otro. Pero sé que la luz, la calidez del sol, nos acariciará la piel, que nuestros ojos, sin duda, un día se encontrarán, bajo ese instante infinito que va desde una mirada a un parpadeo.



lunes, 3 de mayo de 2010

Nanosegundo




¡Busquemos la esperanza en el infortunio, impasibles al desaliento!