martes, 22 de febrero de 2011

Estaré mirándote



Había pasado otro año. Yo estrenaba mis primeros tacones y en la radio sonaba el Every breath you take de The Police. No nos veíamos desde el verano anterior, en el que aún habíamos jugado con la arena, en tu playa. Yo, que te superaba en edad escasos meses, me había convertido en una mujer. Tú, que aún tenías la apariencia de un niño, te subiste a la acera para compensar tu falta de estatura. Los tacones te situaban por debajo del nivel de mis ojos. Y desde tu atalaya, dejaste que el tiempo pasara hasta que no fui capaz de alcanzarte ni con tacones. Y tu hombro fue el lugar perfecto donde apoyar mi cabeza.



Y el tiempo pasó, deshaciendo la acera entre nosotros. Y ahora miro tu hombro vacío y pienso: ¿Para qué lo tornaría el tiempo con esa perfección? ¿Para qué, si no hay cabeza que le repose?

lunes, 14 de febrero de 2011

Postal de Calella



Caía la tarde. La bajada desde la carretera general estaba vacía. Nada parecido a los meses de verano, cuando no había manera de aparcar. Dejaron el coche en la cuesta que baja a la plaza, a la derecha, en batería, sin compañía. Él le sonrío mientras quitaba la llave de contacto y le rozó levemente la mano que caía sin vida al lado del cambio de marchas. ¿Conoces el faro de San Sebastián?, le preguntó ella. Pero él no respondió, solo le sonrió y le besó en la palma, con dulzura. Bajaron, atravesando la pequeña plaza con palmeras enanas en maceteros de acero fundido. Dejaron a su derecha los arcos donde los coros de habaneras compiten las noches de Junio. Ella se adelantó y caminó por la arena, hasta la roca que, como una atalaya natural, ocupa una parte destacada de la cala. Él miraba la cadencia de sus pasos. El sol estaba a punto de rozar el horizonte y la luz dorada acomodaba las formas a la irrealidad. Se sentó sobre la arena. Él la siguió y al colocarse a su lado la abrazó por detrás, la encajó con ternura en el hueco de sus brazos y abandonó su espalda sobre el reposo tangente de la roca. Solo se escuchaba el mar rompiendo en la orilla, suave, susurrante, discreto, como pidiendo perdón por romper el silencio.



viernes, 11 de febrero de 2011

The lovecats



Sí, ya cae la noche. Me anduve lamiendo durante buena parte del día para estar preparado. Sí, ya cae la noche. Y yo estoy preparado, sí. La negra piel brilla en la oscuridad y los ojos iluminan la escena. Mírame. Sí, mírame y sueña. No queda tejado sin recorrer. No hay ciudad sin descubrir bajo mis cuatro patas. Mírame y sueña. Te regalo la noche. Te la regalo envuelta en espejismo de neón. Te regalo el ensueño de la mansa quietud. Te regalo. Te regalo lo que no es mío. Sí, y doy media vuelta. Media vuelta y me vuelvo a mi rincón oculto. Doy media vuelta después de regalarte lo que no es mío. Volteo y me retiro a ese lugar sin sueños.


martes, 8 de febrero de 2011

No hay razón para tener miedo



¡Qué nuestros corazones sólo se derrumben ante la belleza!


lunes, 7 de febrero de 2011

Tombuctú


Sobrevolando el Sahel, cualquier concepto previo de inmensidad desaparece para quedar diminuto. La pequeña avioneta de cuatro ocupantes oscila al son de unas térmicas atroces que lo son ya al despuntar el día, hace tiempo que despegamos envueltos en la noche. Dirección norte-noreste, persiguiendo el amanecer con escora a estribor. Miro al sol, que empieza a desparramarse por tanta inmensidad. En la línea del horizonte, se intuye una ruina. Un fantasma del paso del tiempo, envuelto en arena y bruma de mito.

Aproximación y aterrizaje. Sobre el suelo, los tuaregs sedentarios se buscan la vida con mil y un recursos; la vida en este ombligo del mundo es muy dura, ahora que la actividad entre el Sahel y el Sahara ha disminuido. Y lo somos los visitantes que venimos a conocer el lugar de paso obligado de las caravanas que la literatura consumida idealizaba, aunque en la realidad su mercadería estuviera llena de miseria humana.

Toda fotografía vista previamente nos acerca un cromatismo idealizado: azul humano sobre fondo tierra. Pero sobre el terreno todo es diferente, el violento brillo de la luz, la arena que se mastica y la miseria sin esperanza que lo cubren todo. La realidad. Y desde esa realidad alejada de cualquier mito, miras a los que dejaron el deambular por el desierto para establecerse en esta surgencia estratégica. En una vida en el extremo, al filo de lo posible. Y acude una fuerte sensación de final. Y de estar dentro de un recuerdo que en cualquier momento va a desvanecerse, tragado por la inmensidad, por la arena que inexorablemente lo cubre todo, envolviéndolo como el molde a una realidad que ya no existe, como una mortaja fúnebre.