lunes, 30 de enero de 2012
miércoles, 25 de enero de 2012
Cotidiano compartido
lunes, 9 de enero de 2012
A ti, solo a ti
Escribir. No sé si puedo parar. Tengo que proponerme centrarme en otras cuestiones que requieren mi atención para no pasarme el tiempo dejando deslizarse mis pensamientos tras letras puestas en orden. Hay tal magnetismo en la superficie blanca del papel. Es tal la promesa. Es la fuerza de sentirte aún más cerca. Y no sé escapar, hipnotizada por la conmoción de tal proximidad. Y, entonces, quietecita, casi sin respirar, dejo que mis dedos se desplacen por el teclado, con una sensación extraña de que en vez de escribir, la presión hace nacer sonidos que vuelan hasta mis oídos, armónicos, que ponen en marcha el remolino de aire que siempre fui. Y me escucho, etérea, dentro de ti, recorriendo la espiral que te regala las emociones.
¿Sabes cuándo un ser sonríe con todo lo que es, incluso con lo que no es? Así te miro yo, en este preciso momento. Así, deshecha en escamas imperceptibles de albor. Y te cubro sin que lo sientas casi. Pero sabes que soy yo, que trasmutada te hace cosquillas en la sombra y sonríes, sonríes hasta no poder más. ¿Es que realmente se puede sonreír hasta no poder más? –me preguntas-. Y yo te respondo, en mi línea, que no hay límite para la sonrisa y que podemos darnos la vuelta una y otra vez, una y otra vez, a la piel, a las entrañas, para seguir sonriendo, envolviéndonos y desenvolviéndonos, en ciclos de completa felicidad.
¿Qué me queda por entregarte? ¿Qué queda en mí que de nuevo te haga pensar que hay rutas en mi interior que todavía no has recorrido? ¿Quizá me vuelva una vía previsible y conocida por la que se rueda a gran velocidad? Sé que un día fui senda de alta montaña que ascendía y ascendía hasta la cumbre inacabada. Y puede ser que lo mejor sea exactamente eso, que de un lapso a otro, la autovía sube, angosta y pedregosa, hasta la cima abisal.
Sé estar. Por eso me quedo. Y mientras, me doy, sin dejar nada en ese instante, pero sabiendo, que inmediatamente después yo ya seré otra que se estrenará en la entrega, como si nunca antes hubiera existido. Destello, solo halo. La luna me lame los pies. ¿Quieres venirte?
viernes, 2 de diciembre de 2011
En la sala de espera
martes, 15 de noviembre de 2011
La cuna del mundo
Y al despertar, sus alas se habían transformado en semilla.
viernes, 11 de noviembre de 2011
martes, 1 de marzo de 2011
Noches árticas
Fui la caja de resonancia de pesadillas y sueños luminosos. Y al despertar, sólo quedó el eco del miedo, la traza de una estrella extinta.
martes, 22 de febrero de 2011
Estaré mirándote
Había pasado otro año. Yo estrenaba mis primeros tacones y en la radio sonaba el Every breath you take de The Police. No nos veíamos desde el verano anterior, en el que aún habíamos jugado con la arena, en tu playa. Yo, que te superaba en edad escasos meses, me había convertido en una mujer. Tú, que aún tenías la apariencia de un niño, te subiste a la acera para compensar tu falta de estatura. Los tacones te situaban por debajo del nivel de mis ojos. Y desde tu atalaya, dejaste que el tiempo pasara hasta que no fui capaz de alcanzarte ni con tacones. Y tu hombro fue el lugar perfecto donde apoyar mi cabeza.

Y el tiempo pasó, deshaciendo la acera entre nosotros. Y ahora miro tu hombro vacío y pienso: ¿Para qué lo tornaría el tiempo con esa perfección? ¿Para qué, si no hay cabeza que le repose?
lunes, 14 de febrero de 2011
Postal de Calella

Caía la tarde. La bajada desde la carretera general estaba vacía. Nada parecido a los meses de verano, cuando no había manera de aparcar. Dejaron el coche en la cuesta que baja a la plaza, a la derecha, en batería, sin compañía. Él le sonrío mientras quitaba la llave de contacto y le rozó levemente la mano que caía sin vida al lado del cambio de marchas. ¿Conoces el faro de San Sebastián?, le preguntó ella. Pero él no respondió, solo le sonrió y le besó en la palma, con dulzura. Bajaron, atravesando la pequeña plaza con palmeras enanas en maceteros de acero fundido. Dejaron a su derecha los arcos donde los coros de habaneras compiten las noches de Junio. Ella se adelantó y caminó por la arena, hasta la roca que, como una atalaya natural, ocupa una parte destacada de la cala. Él miraba la cadencia de sus pasos. El sol estaba a punto de rozar el horizonte y la luz dorada acomodaba las formas a la irrealidad. Se sentó sobre la arena. Él la siguió y al colocarse a su lado la abrazó por detrás, la encajó con ternura en el hueco de sus brazos y abandonó su espalda sobre el reposo tangente de la roca. Solo se escuchaba el mar rompiendo en la orilla, suave, susurrante, discreto, como pidiendo perdón por romper el silencio.
viernes, 11 de febrero de 2011
The lovecats
Sí, ya cae la noche. Me anduve lamiendo durante buena parte del día para estar preparado. Sí, ya cae la noche. Y yo estoy preparado, sí. La negra piel brilla en la oscuridad y los ojos iluminan la escena. Mírame. Sí, mírame y sueña. No queda tejado sin recorrer. No hay ciudad sin descubrir bajo mis cuatro patas. Mírame y sueña. Te regalo la noche. Te la regalo envuelta en espejismo de neón. Te regalo el ensueño de la mansa quietud. Te regalo. Te regalo lo que no es mío. Sí, y doy media vuelta. Media vuelta y me vuelvo a mi rincón oculto. Doy media vuelta después de regalarte lo que no es mío. Volteo y me retiro a ese lugar sin sueños.