miércoles, 18 de agosto de 2010

La vida no es un bolero




En la sobremesa, la radio lo ocupaba todo. Mamá faenaba en la cocina entre comerciales y radionovelas en las que una chica muy pobre y muy buena pasaba muchas penurias pero, al final, se casaba con un chico muy guapo y muy rico. En los días de verano, era el momento de la siesta, oportunidad que yo aprovechaba para escaparme por la terraza a buscar tesoros en las aceras y a cazar arañas que luego disecábamos en un tarro de mermelada llena de alcohol de quemar. Cuando volvía a casa, mi madre se enfadaba mucho conmigo, mientras la Señora Francis recomendaba resignación a alguna pobre mujer maltratada por su marido. Después, al atardecer, tras habernos dado la merienda, ella se sentaba a coser, a remendar, a repasar nuestra ropa, estirando su uso temporada tras temporada. La radio seguía sonando. Entonces los boleros lo llenaban todo, con su atmósfera intensa y trágica; ella tarareaba en bajito, mientras enhebraba la aguja.

Mi madre cambió el mundo a su manera. Me enseñó que el matrimonio no es un objetivo, que si lo deseaba, fuera rica yo y que los chicos guapos llegarían luego. Y que la vida nunca es un bolero. Que la tragedia no nos lleva más que un sufrimiento gratuito. Que hay que ser feliz, viviendo cada día como si fuera único, pero siempre mirando adelante y luchando por lo realmente necesario para mirar de frente a la felicidad.


3 comentarios:

Blue dijo...

Te enseñó bien. No hay más que leerte...

:)

Alamut dijo...

Desde luego que mi madre es una gran mujer. Y cada día que pasa soy más consciente de ello. Hay muchas cosas que le debo a ellos .... a mis padres.
Besos, Blue

LU dijo...

Qué bonito agradecimiento. Estoy contigo, según va pasando el tiempo me hago más consciente de todo lo que me mostró e inculcó mi madre.

Biquiños