
Sobre el muro de hormigón, el instructor nos da claves telegráficamente. Aún estamos del otro lado de la barrera protectora, la cuerda enrollada ordenadamente. Con decisión, nos hace pasar al otro lado, sudor en las palmas de las manos, las piernas tiemblan. Siento tu aliento en mi nuca, el calor de tu cuerpo alterado por la tensión. Tras un empujón certero, el suelo desaparece bajo mis pies. Tu presencia se aleja de mí, y te quedas sonriendo tras la máscara, con las tijeras en la mano.