miércoles, 19 de mayo de 2010

En ninguna parte



The Veils. The Nowhere Man

Siempre me gustó la música triste, alimento para una tristeza ancestral. Tristeza, no melancolía. Es una escucha regular, me acompaña y me gusta desgarrarme la garganta gritándola desesperada en el silencio de la noche, con palabras sin sonido, con gestos sin rostro. Escucho atentamente, sin hacer otra cosa que escuchar, con la quietud de la atención plena. Leía el otro día en un magnífico blog que quien descuida la atención vive el tiempo de las moscas. Yo me afano en salir del bichario tumbada en la oscuridad llena de notas y poesía. Entonces, en esa máxima atención soy capaz de vaciarme completamente para imaginar no ser yo. Me tomo vacaciones de mí misma y viajo a la inconsciencia.


No hay comentarios: