viernes, 7 de mayo de 2010

Laura



Laura. Otto Preminger. 1944

Ayer tuve la suerte de volver a ver Laura en pantalla grande. Toda una experiencia, pese a los nuevos elementos que pueblan la filmoteca, de esos que no se callan aunque la película haya empezado y se ríen a destiempo (para más información, suelen llevar unas gafas con pronunciado reborde de color tirando a negro).

Aunque en ocasiones las copias que tiene la Filmoteca Española no sean las mejor conservadas, esta era más que aceptable y la versión original permitía disfrutar de los personajes tal cual, sobre todo Waldo interpretado por Clifton Webb, el cínico protector de Laura, que es el que peor parado sale en el proceso de doblaje.

Para mí esta película es una de las mejores del cine negro, algo más luminosa que otras debido a su trama, pero que contiene todos los elementos que hacen de ella una obra maestra. El gancho principal y lo que perdura en un primer visionado es el protagonismo de Laura (Gene Tierney) que se presenta desde el primer momento como la víctima de un asesinato y que ejerce su magnetismo de forma constante. Esta atracción trasciende incluso su muerte, afectando al detective encargado del caso (Dan Andrews), que descubre una increíble atracción por ella con tintes necrófilos. El clímax de esta atmósfera casi obsesiva se alcanza cuando aparece Laura, junto a su retrato, como un espectro, pero viva; entonces toda la historia da un giro.

Más allá de un guión lleno de diálogos irrepetibles y de una puesta en escena impecable, hay elementos que son magistrales. Uno de ellos es el cambio de registro narrativo con el que se introduce la historia y que directamente nos atrapa: esperas una historia contada en primera persona por uno de los personajes, Waldo, y pronto el relator pasa a estar fuera de escena, tras la cámara. Eso sí, el director utiliza la capacidad narrativa de ese personaje para hacer el único flashback que nos permite conocer a Laura y la fascinación que ejerce en todos los que la rodean.

Otro elemento es la profundidad de los personajes que configuran las historia: cada uno de ellos se esconde tras estereotipos reconocibles, sin embargo ninguno es simple y están perfectamente interpretados. Destaca Clifton Webb, cuyo cinismo proporciona los mejores diálogos y momentos irrepetibles. Incluso Vincent Price, lejos de su encasillamiento posterior, está impecable en el inmaduro e inconsecuente gigoló incapaz de dejar sus hábitos mujeriegos pero sinceramente enamorado de Laura. Para ilustrar esta profundidad me quedo con la conversación que Laura tiene con su tía en la habitación de la primera, cuando festejan su reaparición.

Y esas escenas maravillosas, ya clásicos del género, como las que suceden bajo la lluvia, evocadoras de otros grandes momentos del cine negro, en los que un investigador enfundado en una gabardina es literalmente empapado por una lluvia persistente, en plan Philip Marlowe en El Sueño Eterno (película que se rodó dos años después de Laura, hay que recordar).

En fin, ayer fue una gran noche, volviendo a ver Laura. Pero ayer, le encontré un pero, después de haberla visto muchas veces: su happy end. Sí. Aunque no me hagáis caso, quizá sea mi predisposición, que me hace pensar en otros finales tipo Perdición.


1 comentario:

Miguel dijo...

Lo que me gusta en realidad es la posibilidad de disfrutar de películas como "Laura" en pantalla grande; Y redescubrir películas que recuerdo los sábados en casa, en la sesión de tarde...
Y, bueno, a "Laura" le perdono el Happy end... o no...
Un besazo.
Me alegro de tu vuelta por estos mundos...