martes, 4 de mayo de 2010

Un encuentro


Sin duda, ayer era el día. La casa se había llenado de luz desde una hora temprana y todo estaba cubierto de una pátina de especial evidencia. Me movía en los quehaceres cotidianos como en un sueño, absorta entre la parte práctica de la vida y este nuevo pensamiento que me ocupa de manera sutil, como un sonido apenas perceptible. Fuera se adivinaba un día radiante, lleno de paseos por dar y lugares por los que perderse. Un regalo de día. Me senté frente al portátil y creé, a mi modo. El sonido irreverente del teléfono me sacó de mi ensimismamiento y al descolgarlo una voz alegre me permitió viajar a algún lugar oculto dentro de mí donde hacía mucho tiempo que no pisaba. Estaba desconcertada y tú, creo, algo molesto porque no había sido capaz de salir de ese rinconcito en el que me había acurrucado al escuchar tu voz.

Pasé el resto del día pensando en ese pequeño viaje astral, en tu proposición de vernos dándonos ventaja el uno al otro, en mi vértigo, en tu cercanía a mi pensamiento constante y consciente. Cuando la luz dio paso a la noche, me preparé con una especial lentitud, sintiendo cada gesto como parte de un ritual, estaba invitada a cenar fuera, entre amigos; después de un tiempo fuera de casa las reuniones para retomar contacto y contarnos vivencias se convierten en algo habitual. Alegría, acompañada de buena comida y mejor vino y el placer de una conversación pausada, sin prisa, llena de la tranquilidad que te proporciona la confianza. En un momento de la charla, de manera inconsciente, casi sin quererlo, derivé el tema a lo que me estaba sucediendo y compartí lo que estos días vivimos. No hubo sorpresas, nadie se escandalizó, emitieron opiniones favorables y me sentí sintiendo vértigo frente a un vaso de agua.

Hoy el día ha amanecido frío y gris, parisino. El invierno nos ha arrebatado la oportunidad de paseos por cada instante del otro. Pero sé que la luz, la calidez del sol, nos acariciará la piel, que nuestros ojos, sin duda, un día se encontrarán, bajo ese instante infinito que va desde una mirada a un parpadeo.



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