viernes, 28 de mayo de 2010

Mantra





A veces olvidamos que el centro de gravedad está dentro de nosotros mismos. Entonces nos convertimos en presa fácil de especuladores de almas y nos desperdiciamos en vidas que no son nuestras. Al darme cuenta de tal despiste, me senté muy seria a realizar cálculos matemáticos complejos. Plagados de tensores y de integrales tridimensionales, me precipitaron por la geometría diferencial absoluta y la mecánica de fractura. Anoche, por fin, obtuve el vector único que buscaba. Fue fácil; sólo tuve que ver mi ombligo reflejado en el espejo de tus ojos.

Ahora pienso que no merece la pena,
arriesgarme traerá más problemas.
Así que elijo
lo que tengo más cerca.
Por lo menos tendré la certeza
de que existo,
de que puedo decidir,
de que elijo por mí,
sólo por mí.

En vez de aceptar lo que viene de fuera,
en lugar de contar lo que queda,
desde ahora hasta el día en que me muera
por lo menos cabrá la sorpresa.
Algo nuevo,
algo aún por descubrir,
algo dentro de mí,
dentro de mí.

Cuánto tiempo he perdido ahí afuera,
cuanto por descubrir en mi cabeza.
Es tan vasto
que da casi pereza.
Casi pienso que no tengo fuerzas
para hacerlo
y encontrar dentro de mí
algo nuevo.
La copa de Europa. Una semana en el motor de un autobus. Los Planetas

1 comentario:

Miguel dijo...

Creo que hay que arriesgarse; de vez en cuando; aunque el riesgo no siempre lleve aparejado alejarte. Quizá sea tan difícil como encontrarse en la sencillez de las cosas.
Igual es poder encontrarte en el cordel de la vereda con esos ojos que ven lo que sientes...