miércoles, 19 de enero de 2011

La tejedora de espuma




¡Boa sorte! Le grita al pasar Uxía, con la mano levantada, mientras abre la casa del mar para los primeros cafés. Enfila la boca del pequeño puerto, dejando la luz verde a la izquierda y la roja a su derecha. Su mano toma firme el timón, no hay dificultad en la maniobra pero el viento comienza a hacerse notar al dejar el abrigo de los malecones. No tiene intención de gran cosa, hace unos días que caló unas nasas y, con la Navidad cerca, no quiere que se le malogre la posibilidad de cobrar unas perras. Ha dejado a Santina en la cama y quiere volver para su rutina diaria de aseo, desayuno y movimiento de articulaciones. Ya no recuerda su calor.

La claridad cae sobre la noche, sin pausa. Parece que el mar se anima, como una gran ciudad cuando se despereza, al sentir la cercanía del día. El viento rachea y la pequeña barca acusa su fuerza. La firmeza de su mano aumenta y juega con maestría el juego de la supervivencia. Sabe leer sobre la superficie del agua, sea cual sea la circunstancia. Y en ese tramo de costa, conoce mejor la localización de los bajos y de cada una de las rocas que el cuerpo de la mujer que amó desde siempre. Eso le dio de comer toda la vida.

El día se adivina gris, pero hay una extraña pátina blanca en la luz. Va llegando al lugar donde caló las artes, baja el ritmo del motor. Tiene especial cuidado con la agitación del viento, las paredes rocosas están a escasos metros. Entonces palidece. Junto a las rocas, hay una mujer de piel gaseosa, completamente vestida de blanco, sentada sobre un saliente invisible. Las olas no inmutan su gesto, parece transparente a la tempestad que entra inexorable. En el regazo recoge la espuma que los bajos le regalan al mar y de la rueca que sale de su cintura hila el hilo que va enredando en un huso de coral.

Después del primer sobresalto, se aparta de un manotazo el espanto. Ella tiene una cara extrañamente familiar. Hay en sus gestos algo que llena la escena de armonía y aleja el rugir feroz del agua contra las rocas. Sus manos ágiles tejen y tejen, imparables y convierten la espuma en un hilo brillante, finísimo. El hilo se enrolla en el huso y de él surgen caracolas que se precipitan rápidamente a las olas rompientes. No sólo son caracolas, hay todo tipo de diminutas criaturas marinas. Contempla absorto la escena mientras el viento arrecia y la tempestad entra fiera en la costa.

Él ha dejado al pairo la barca y, sin control, se acerca a las rocas. Ella escucha su presencia y levanta los ojos. Le mira, de pie en la barca, sin apenas poder mantener el equilibrio, hipnotizado por la escena. Ella le sonríe y la patina blanquecina se convierte en una luz cegadora, en mitad de la tempestad. Le mira con sus extraños ojos grises y él deja de sentir la barca cimbrear violentamente bajo sus pies, deja de sentir el viento, la intensa lluvia. Deja de sentir.

Un fuerte golpe de viento destroza la barca contra las rocas y ella se sumerge en dirección a él. No hay límite entre su piel y la espuma en la que se ha convertido el mar en su locura. Lo último que siente antes de perder el conocimiento son sus blancos brazos abrazándole con fuerza, luchando contra las olas. Fundido en negro.

Un sediento sabor a sal en la boca le hace despertar. Santina le mira desde arriba, inexpresiva. Abre los ojos a esta otra realidad, y con lágrimas, con lagrimas de mar le dice: he visto a nuestra hija en las rocas. Es la que teje y teje sin descanso la espuma que los bajos le regalan al mar.


9 comentarios:

Miguel dijo...

Un relato marinero que da un giro inesperado al final.
Nos llevas por la orilla del mar, supongo que del norte, y vemos el movimiento del marinero experto. Conmovedor el final.
Un beso
(Ah., logras que la tejedora de espuma se convierta en una imagen con la mezcla perfecta entre un ser inquietante y acogedor por partes iguales)

mariajesusparadela dijo...

Tan hermoso como para convertirse en leyenda da Costa da Morte.

Felipe Postigo dijo...

Buen relato alamut y mejor final.

Blue dijo...

Siempre me gustó eso de "las artes de pesca". Tú también tienes mucho arte.

Bicos con salitre.

(Hacía mucho tiempo que no oía a Alan Stivell).

Alamut dijo...

Miguel: gracias por definir así el presonaje de la tejedora ....
Besos

Mª Jesús: eres muy generosa. Sería una leyenda da Mariña lucense. Sucede en un pueblecito pequeño que hay al lado de Ribadeo, Rinlo ¿lo conoces? ...

Felipe: me alegro mucho de que te haya gustado. Y muchas gracias por pasarte por aquí.

Blue: artes marineras me gustaría tener. ¿Recuerdas el festival de Santa Marta de Ortiguera? Recuerdo a los parroquianos evitando pisarnos para entrar en misa el día de la fiesta mayor y nosotros allí acostados con los sacos en la puerta de la iglesia.
Biquiños

Desclasado dijo...

Hago mías las palabras de María Jesús.

Bicos (eso lo sé decir).

Alamut dijo...

Desclasado, hay leyendas que son tan reales, que las vivimos todos los días, salvando una y otra vez ...

Biquiños, que son pequeniños pero son muchos ....

Blue dijo...

Alamut, nunca estuve en el festival de Ortigueira, pero aún estoy a tiempo, ja, ja.

Alamut dijo...

Eso es cierto, Blue, pero recuerdo aquellos que íbamos cuatro monos y ni zona de acampada ni nada, te buscabas la vida en la puerta de la iglesia o donde encontaras un lugar para echar el saco de dormir...
¡Galicia canibal!